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Se metió en sus estudios todavía más, porque cuando venía asomar a la tristeza, en vez de huir de ella dándose a a bebida, o rodeándose de amigos, o las dos cosas juntas -como hace mucha gente-, lo que hacía era esperarla, notando cómo se apoderaba de su cuerpo, sintiendo el cansancio. Él no sabría explicarlo pero de alguna manera conseguía acorralarla en su cabeza, y estudiando llenaba de de fechas, de asignaturas y de obligaciones los espacios vacíos hasta que no quedaba ningún hueco en donde la tristeza pudiera esconderse. Entonces la echaba sin contemplaciones. O tal vez era su mente la que se iba de su cuerpo a través de las palabras de los libros y lo dejaba abandonado; y todo el mundo sabe que a las tristezas no les gusta estar solas y desaparecen sin no encuentran a nadie que las piense. No poseen razón de ser por sí mismas. Necesitan que se les preste atención. 

-Roberto Iniesta, El viaje íntimo de la locura-

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