Olvídate de mí, si lo necesitas,
si el recuerdo duele más que la cama vacía.
Dolerá más saber que estoy doliendo.
Yo no creo que pueda olvidarme de ti,
porque la verdad es que quiero recordar hasta tu saliva,
tus esquivos y tus tus sustos cuando casi te
estás
quedando
dormida, pero parece que quieres despertar y seguir respirando fuerte.
Por eso te miro fijamente cuando cantas, cuando bailas y cuando te está venciendo el sueño.
Por eso te acaricio la cara y la línea de la mandíbula como si fuese ciega,
por si acaso es lo único que puedo mantener inmarchitable.
Te toco los lunares que me gustan,
los pliegues de tus labios
y el contorno de tus orejas frías, siempre frías,
e intento así no olvidarte nunca.
Vamos a dejar que nazcan las arrugas y las canas, como si el tiempo solo bailase para nosotras en el salón de casa.
No quiero olvidarte, incluso si en algún momento dejamos de ser
infinitas.
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