5 de Mayo de 2016

Escribo con el dolor que deja alguien que se ha ido,
alguien que ha dejado algunas migas solitarias por encima de la mesa
esperando ser recogidas por cualquiera.

Escribo con el dolor que proporciona un hachazo en el pecho en forma de desprecio,
con las lágrimas en los ojos de quien habla de malas maneras,
con su ceño fruncido en el espejo de mi iris, grabado a fuego de odio.

Escribo desde una casa vacía,
vacía de todo,
con un niño que acaba de salir por la puerta llevándose el sonido de sus pasos.

Escribo con el dolor de saber que hay algo que he hecho mal,
algo que concierne a otra persona,
a un proyecto de persona
que se dibuja a sí mismo en la guerra con la palabra matar en su pecho.

Y eso me mata.

Escribo desde el dolor que da un mal día,
de una tarde a solas,
de unos pensamientos culpables que retumban en las paredes de mi habitación.

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