Nunca he odiado a nadie porque me parece el más inhumano de los sentimientos. He sentido desprecio y asco, desagrado, violencia, rencor y miedo. Pero nunca odio. Casi nunca odio. Hasta hoy, hasta él.
Imaginad una persona tóxica e intoxicada que se mete en tu vida con un disfraz de marioneta bonita.
Imaginad que tiene un acento seductor
y llega halagando cada cosa que haces,
pero dispuesto a cambiarlo todo.
Esa persona se va quitando su disfraz de príncipe y se convierte en el rey de la casa,
tú en su sirvienta,
y tu madre en un pequeño trozo de carne incapaz de ponerle los puntos sobre las íes por miedo.
El puto miedo está acechando cada vez que llega,
cada vez que te mira.
La tensión se acomoda en tu cuerpo cada vez que su coche suena en la calle
y sus llaves entran en la cerradura.
Imagina que te pones a temblar cada vez que grita,
y en todas las discusiones tienes miedo de que empiece a pegarte.
Es el momento en el que la sirvienta se cansa de ser Cenicienta,
y se convierte en revolucionaria,
y grita,
da su opinión,
se niega a aceptar sus contestaciones,
sus formas,
sus manías.
La sirvienta se apoya en su madre
y su madre se apoya en la sirvienta.
Son un dúo invencible que ahora ni la distancia puede romper.
La sirvienta y la madre dejan de ser pequeñas y se convierten en la luchadora más grande que jamás ha visto el hombre.
Ahora les acompaña un hombrecito pequeño y cautivador,
con una infancia marcada más por el gris que por los colores.
El rey, ahora burro,
se va de casa,
de la familia,
pero sigue haciendo daño.
Imaginad a un burro que no deja de dar por culo,
que sigue rebuznando y cagando delante de tu puerta,
que sigue pidiendo comida,
dinero
y atención.
Imaginad a un burro que berrea
y que está convirtiendo en burro al pequeño hombrecito.
Imaginad que ese hombrecito está lleno de heridas por dentro,
de miedo,
de gritos,
de palabrotas,
de odio,
de ideas negras,
de sueños rotos.
Imaginad que el pequeño hombrecito llora en silencio.
Imaginad que la persona a la que más queréis ese ese hombrecito
y lo ves sufrir por un burro de mierda con complejo de rey.
Jamás he odiado a alguien porque me parece el más inhumano de los sentimientos,
pero cuando alguien te hace daño sin verte,
cuando alguien destroza tu familia sin estar siquiera presente,
el odio es una forma de defensa.
Una vez más me dejas sin palabras, a mí, que creo que las manejo fácilmente, una vez más me sobrecoge tu talento y me envuelve tu sensibilidad a flor de piel cuando escribes pero tantas veces escondida en la vida cotidiana. Eres grande, pajarillo.
ResponderEliminarLo puedo ver, escuchar..hasta oler. Puedo sentir lo que escribes.
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