"En realidad, nuestra historia es muy bonita"
-Ella, aparentando que no sabe cómo funciona el mundo-
y sonríe tontamente mientras se acuerda del principio.
Parece que con esa sonrisa-tonta tontea conmigo
y yo me vuelvo más estúpida todavía cuando sus ojos se posan en los míos.
Por no hablar de su boca,
su boca de terciopelo y roca,
que me deja tonta cada vez que me besa.
Su boca,
con ese lunar tan gracioso coronando los labios
que se mueve tan jodidamente sensual cuando habla.
Yo debo de poner cara de "bésame que no aguanto las ganas ni un segundo más",
porque entonces ella me da la vuelta y me besa como si el mundo se acabase justo después de separar los labios.
A su lado todo adquiere un matiz literario fuertemente palpable.
Su culo cuando se mueve caminando,
el porro que te fumas mirándole la sonrisa,
el sonido del tabaco quemándose con cada calada,
el sabor del alcohol en su boca,
la forma en la que te da la mano,
cómo te agarra del cuello cada vez que te besa,
su pelo alocado (casi tanto como ella),
su pecho,
su dolor en la de piel,
sus estrellas fugaces transformadas en cicatrices.
Hasta la manera que tiene de despertarse es jodidamente poética.
Tiene un humor de perros,
es borde de cojones aunque siempre tiene la sonrisa,
un arma de doble filo,
preparada entre las costillas.
Le pega a paredes y a farolas que no le han hecho nada,
y por eso,
a veces,
sus "hasta luego" tiene un sabor amargo.
Pero,
a pesar de todo,
parece que las noches brillan más a su lado,
y la oscuridad deja de dar tanto miedo.
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