P A T R I A R C A D O







He venido a hablar claro, alto y sin miedo.


Tengo sangre entre las piernas y duele.
Me he manchado las bragas y recuerdo la vergüenza que sentía a los 12 años cuando no sabía cómo quitar el rojo de las sábanas.
Me duele la barriga, los riñones, la espalda, los pezones, el útero, la cabeza, la vagina y las tetas.
Duele y sangro, sangro mucho.
He sido niña y hoy estoy recordando todas las heridas que tengo marcadas en la piel.
He sido niña, pero ahora siendo mujer sigo teniendo miedo.

Me gusta decir que las estrías son los arañazos que me quedan por luchar contra el patriarcado. Están ahí desde los once años.
Aparecieron en cada trozo de piel, por todos lados y he intentado echarlas de mi cuerpo de todas las formas posibles como si fuesen mis peores enemigas. Pero ahí siguen, con un poco de rebeldía en cada punta. Ya son parte de mi.

He estado gorda. He estado delgada. Me he enfadado con mi cuerpo muchas veces y he llorado delante de la báscula porque marcaba un número demasiado alto. Me decían que tenía que adelgazar. Siempre. Siempre. Siempre. Adelgaza. No comas. Cierra la boca. Acabé diciéndomelo yo y cada bocado era una derrota.
Con el tiempo he empezado a quererme. He aprendido a quererme. Con mi pecho, con mi barriga, con mis estrías y mis pelos.

Los pelos. Yo no sé si sabíais que las mujeres tenemos pelo y no solo en la cabeza.
Tenemos pelos en los sobacos, en las ingles, en los dedos de los pies y en el coño. Me gusta aclararlo porque cada vez que se ve a una mujer sin estar perfectamente depilada, nos llevamos las manos a la cabeza.
Nadie me obligó nunca a depilarme, pero tampoco me dijeron que tenía la posibilidad de no hacerlo. Lo asumí como algo perfectamente natural: yo no debía tener pelos. Y me sentía obligada a arrancar cada vello que me salía en cualquier parte del cuerpo. Y yo no quiero hacerlo.

Parece que esto es una cosa de jóvenes locas que no saben qué quieren en la vida. Pero hazme caso, sabemos perfectamente qué queremos en esta vida.
Sonrío porque estamos juntas, porque somos una, porque llenamos las calles de pañuelos morados y de gritos de resistencia. He llorado mientras os veía gritar y luchar por nuestra vida.

Chicas, amigas, hermanas. Si mañana no llego viva a casa, si mañana me violan y me matan, quemadlo todo, que no quede nada. Hacedlo por las que se han ido, por las que quedan.
Que yo sea la última que muera por ser mujer





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