No todos sabemos perdonar. Algunos se encierran en el odio y se estancan en el rencor. Dejan que la ira les lleve, les haga hablar y actuar, les ciegue. Llegan a estar en contra del mundo, pues están en contra de lo que les dañan, el mundo nos daña. Viven en un agujero negro del que pocas personas salen.
Otros, en cambio, son felices, luchan y defienden lo que es suyo, pero ante una disculpa, ante una sonrisa pidiendo perdón saben dar la mano y decir gracias. No por ello son más cobardes. No por ello deben de ser estúpidos, pues un error lo tiene cualquiera, y deberíamos saber perdonarlos.
El orgullo está demasiado presente hoy en día. Deberíamos aprender a bajar la cabeza y mirarnos a los pies, pensar que en un futuro, nosotros seremos quienes estemos en el otro lado, y querremos que nos traten igual. La sociedad debería ser capaz de agachar la cabeza y decir... ¿me perdonas?