~El accidente~

Salí descalza, con los patines y los calcetines en una mano. En la calle, me los puse y me alejé de mi casa.
Me sentía sola. Mi padre se había ido con mi hermano y mi madre estaba trabajando. Mis amigas habían quedado y las demás estaban totalmente incomunicadas. 
Mi madre no me dejaba salir. 
Aún así, me lancé por la carretera con los patines puestos. Llegué hasta el recinto ferial y allí saqué los círculos con los que practico freestyle. Pero era imposible. El suelo no era lo suficientemente liso, y las baldosas eran demasiado anchas como para poner los círculos con la distancia que necesitaba. 
Asique me fui y decidí patinar por las rudimentarias calles del pueblo. Con sus baldosas, su carretera, sus cuestas y sus alcantarillas. 
Todo iba muy bien. Subí y bajé las calles empinadas, fui por mitad de la carretera y llegué hasta el banco que hace esquina. Allí bajé por la cuesta, cogí velocidad y entré en la plaza. Di la vuelta completa y me dirigí hacia otra cuesta un poco más peligrosa. 
Nunca me había lanzado por ahí. 
Una pendiente bastante pronunciaba me invitaba a tirarme. Cuando la cuesta acababa, la carretera seguía en una curva cerrada que luego se convertía en asfalto plano. 
El que no arriesga no gana, pensé. 
Asique lo arriesgué todo y me tiré por allí. 
No llevaba protecciones. Nunca me han gustado. Las coderas me resultan incómodas, las rodilleras me hacen las piernas más gordas de lo que ya son y las muñequeras me las había dejado en casa. 
Me pareció que frenar era algo totalmente estúpido, por que había cogido tanta velocidad en tan poco tiempo que todos los métodos para parar quedaban inválidos. 
Pero me arrepentí. 
En el momento que entré en la curva, el patín me tembló y caí al suelo. 
Las rodillas chocaron con el asfalto, las manos intentaron parar la caída y mi barbilla rozó la carretera. Las gafas y el móvil salieron disparados. 
Me quedé en el suelo. 
Me di cuenta que estaba en mitad de la carretera y me arrastré como pude hasta el bordillo de la acera. 
La barbilla me dolía muchísimo. Me toqué la rozadura y cuando separé la mano y me miré los dedos. Un leve rastro de sangre me cubría las yemas. 
Y me vi.
Empecé a temblar y yo nunca tiemblo. 
Me pasé la lengua por los dientes y pude comprobar que ninguno se había roto. Luego me miré los brazos abrasados por el asfalto y después, descubrí una gran herida en la rodilla izquierda. 
Un gran círculo rojo enmarcaba una mancha negra. Me pasé los dedos muy despacio por la rozadura, y pude palpar como mi rodilla había quedado con la forma de la carretera. 
Luego alcé la mano para coger el móvil. La funda estaba hecha mierda y la pantalla tenía una gran grieta que la recorría de un lado a otro. Sin embargo, seguía funcionando.
Me miré las heridas y empecé a sollozar. 
No sé si era por el dolor, la impotencia o el miedo. 
Mi cuerpo seguía temblando. Me di cuenta que estaba sin gafas y las busqué en mitad de la carretera. Recé por que no se hubiesen roto y gracias a dios estaban intactas. 
Me quité los patines despacio, muy despacio. Los dedos me temblaban y el cuerpo se sacudía en sollozos. Salí como pude de aquella curva de mierda que me había destrozado. 

Llegué a casa y entré por la puerta sin mirar a mi padre ni a mi hermano que ya habían llegado. 
Entré en el baño llorando, dejé la mochila a un lado y empecé a desnudarme. Me metí en la ducha y con una esponja y agua fría me empecé a limpiar las heridas. 
Seguía llorando. 
Cuando el chorro de agua me rozó la rodilla, mi pierna empezó a temblar. Respiraba agitadamente. No podía tranquilizarme y ni mantener ninguna de mis extremidades sin moverse. 
Cuando terminé, me quedé llorando en intentando recuperar la respiración dentro de la ducha mientras me abrazaba los brazos intentando protegerme. 
Conseguí relajarme y me vestí, salí más maltrecha que viva del baño y me encerré en mi habitación. 

No encendí la luz ni me cubrí las heridas.
Apoyé la espalda en la pared y me encogí sobre mí misma. Sentía como las gotas de sangre me caían por la pierna y yo, seguía temblando. 
No conseguía tranquilizarme. 
No me preguntéis por que no llamé a mi padre. Ni yo misma lo sé. 

Mi hermano entró en la habitación y le pedí sollozando que se fuera. Pero cuando cerró la puerta y me vi sola de nuevo, le pedí que volviese. Entró despacio y se arrodilló delante de mi. Me abrazó y cuando le dije que me había caído, se separó de mi y me vio las rodillas. 
Fue el quien tuvo más valor que yo y llamó a mi padre.
Me arrastraron al baño. Mi padre soltaba tacos por la boca mientras buscaba deseperadamente gasas o vendas. Me senté en el wáter y empecé a doblar una y otra vez un trozo de papel higiénico. 
No podía dejar de temblar, ni de llorar, ni de doblar aquel trozo blanco. No podía respirar bien y todo se centraba en un lo siento que salía una y otra vez de mi boca. 

Llegó mi madre. Me vio e intentó curarme de la mejor manera que pudo. 
La barbilla se empezó a hinchar mientras un gran hematoma se extendía. La rodilla no dejaba de sangrar y el agua oxigenada no ayudaba mucho. 
Me llevó al hospital. 
Allí, en los diez segundos más largos de mi vida, me limpiaron la herida de la rodilla raspándola con un pequeño cepillo. Me tapé la boca con las manos y grité, mientras las lágrimas se escapaban de los ojos. Después de aquello, sólo me temblaban las piernas. 
Me vendaron las dos rodillas y el brazo derecho, me pusieron parches en el brazo izquierdo y en la barbilla y me dejaron irme. 

Esta noche ha sido horrible. 
Me acosté a eso de las tres y media de la mañana. Me desperté a las cuatro, a las cinco, a las seis y luego a las diez. 
Las vendas están sucias. Las heridas han supurado y me duele absolutamente todo. 
No puedo caminar normal. Ando cojeando por las habitaciones de mi casa. Apenas puedo abrir la boca y todo lo que he desayunado han sido unas natillas y un yogur. 
La rodilla me está matando y el brazo me arde. La barbilla me duele y por debajo del parche he podido ver la mancha de color verde y morado que me está saliendo. 

Pero por lo menos, estoy viva.




6 comentarios:

  1. Pues sí, lo mejor es la frase final...por lo menos estás viva.
    Ha sido una experiencia desagradable, pero de ésas, se aprende y mucho.
    Recupérate pronto.
    Un saludo.

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    1. Se aprende muchísimo, sí.
      Más todavía si lo aplicas en un contexto metafórico.
      Si todo va demasiado rodado, llegará un momento en el que te acabarás cayendo.

      Muchísimas gracias.

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  2. Son heridas de guerra como quien dice pero ahí es cuando ya no parecen tan rídiculas las protecciones. Yo desde que me caí a casi 70 por hora de la bici bajando una cuesta jamás me dejo el casco en casa, ese día tuve suerte pero la suerte no da segundas oportunidades. Gracias a los guantes no me dejé las manos en el asfalto que se los comió casi por completo y como era invierno y llevaba chaqueta y pantalones largos llegué a casa hecho jirones pero apenas sin rozaduras, lo del cepillo es una tortura, ay, me alegro que estés bien dentro de lo que cabe.

    En la bici y en los patines sólo hay dos tipos de persona: los que se han caído y los que se van a caer. Esto es así.

    Un beso.

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    1. El problema es que nunca te caes lo suficiente.

      Muchísimos saludos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Te expresas muy bien; tus heridas me han dolido y por eso me dedico a la innovación; para evitar o reducir los accidentes con patines en la medida de lo posible Me encanta tu foto, expresa resignación por lo ocurrido y que tendrás en cuenta la experiencia, pero que no te rendirás
    Gracias a dios estas bien, que es lo importante.
    Un abrazo para ti y toda tu familia.

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