Poesía 28.

Deja de ser insomnio cuando tiene nombre,
boca
y besos presos en las comisuras del alma.

Dejan de ser mariposas cuando esa sensación ya tiene rostro,
voz
y los ojos más bonitos que nunca habías visto.

Deja de ser miedo cuando te abraza como si el mundo se acabase,
y a la mierda si acaba
si mientras me quedo enterrada en su cuello.

Deja de ser frío cuando se convierte en excusa,
y una fuerza extraña
(puede que un poco provocada)
me pide que le bese.

Deja de ser inseguridad cuando te dice que te quería
quiere
y querrá,
cuando dice que el único delito que ha cometido ha sido enamorarse de mi,
que yo esté a 122 kilómetros,
a dos horas y medias en autobús
y a 14 días y no sé cuantas noches.

Dejo de ser desastre cuando me pasa el brazo por encima de los hombros,
cuando busca mi mano,
mi boca,
cuando me ahoga con su chaquetón,
y cuando me quedo sin excusas para no quererle.


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