Me dolía, pero me lo creí.

Te cogí por las solapas de la chaqueta para que me mirases a la cara.
Estaba llorando.
Se nos estaba deshaciendo el mundo y tú seguías con esa manía tan asquerosa de quedarte serio, tan serio que no parecía que estuvieses vivo.
Y me dolía. Me dolía, pero me lo creí.
Te miré a los ojos y tú apartaste la mirada. Apreté aún más las manos y te arrugué aún más las solapas de la chaqueta, pero me daba exactamente igual que te enfadases por eso.
Ya estaba todo perdido.


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