Y de hecho...

No dejaba de lamentarse por su cuerpo. No dejaba de mirar aquellas piernas que no eran suyas, esa clavícula, los brazos delgados y finitos que apuntaban a un y otro lado cuando bailaban.
No podía dejar de mirar.
Se perdía, sonreía e intentaba bailar como podía. Pero no podía. Ella se subía los pantalones, se bajaba la camiseta, se tocaba el pelo e intentaba seguir bailando. Hasta que no pudo más y dejó de obligarse a sí misma a hacer algo que no podía hacer.
Se sentó en la mesa y empezó a picotear de un plato con comida mientras seguía lamentándose por su cuerpo. No podía parar, ni controlarse, ni decir basta y dejar las manos quietas, que no tocasen el plato con comida. Pero ella seguía lamentándose por su cuerpo.
Se separó de la mesa y se miró a si misma. ¿Dónde estaba?
Supo que esa noche iba a llorar.

Y de hecho, estoy llorando.

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