"Vaya dos buenos se han juntado"

Desde ese momento tuve ganas de escribirle.
Fue una sensación de descontrol y caos,
de placer y de tristeza.
Fue una puta catarsis.

Le abracé mientras dos lágrimas se escapaban de su celda,
de mi celda,
esa que nunca se abre.
Dos lágrimas ladronas de seguridad se fugaron sin previo aviso,
y allí me quedé yo,
desnuda en todos los sentidos.

Paró y empecé a llorar.
Cada lágrima era una palabra que tenía dentro
y las frases eran ríos de tristeza.
Entre la lengua que luchaba por hablar,
las lágrimas que no dejaban de huir
y mi corazón lleno de parches
acabamos abrazados el uno al otro.

Mi madre habría dicho "¡Vaya dos buenos se han juntado!"
porque ahí estábamos nosotros,
llorando por no sé qué cosa,
temblando por no sé qué pasado,
y sonriendo por no sé qué tontería.

Ahí estábamos,
dos almas tristes y juntas que son una catástrofe de sentimientos,
intentando convencernos de que eso era solo un momento
de toda la vida que nos quedaba por vivir.


Juntos.

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