Un cielo estrellado y dos chicos en la parte delantera del coche.
Parece el inicio de una bonita historia de amor,
y puede que fuese factible si alguno de los dos hubiese mostrado tener más de dos neuronas en el cerebro.
Pero no.
Estos dos chicos no saben que voy a escribir sobre ellos,
y en cierta manera, esto será mi pequeña venganza.
Mi mente de filóloga en potencia estaba sumida en una vorágine de preguntas sin respuesta.
Los mencionados individuos utilizaban la palabra "pavo" para referirse:
1. Al pavo animal.
2. A un chico o chica joven.
3. Al dinero.
Y una yo,
frustrada y en silencio,
intentaba descubrir de dónde procede la polisemia del vocablo,
mil veces nombrado,
"pavo".
La rabia contenida y la razón de este texto incalificable no viene dado,
ni mucho menos,
por el amplísimo vocabulario del que hacían uso.
Y es que los sujetos de mi estudio puntuaban.
Ponían nota a las mujeres que conocían, siendo 0 un número deplorable y 10 el aprobado cum laude.
No sé exactamente en qué basaban su sistema de puntos:
si en un pecho prominente,
si en una boca lo suficientemente buena como para hacer una mamada en condiciones,
si en unas piernas depiladas que se abriesen fácilmente,
si en una cara bonita,
o si en un corazón de oro.
No sé cómo puntuaban a las mujeres de las que hablaban,
solo sé que "la chica de instagram" era un 10,
y que a partir de un 6,5 la tía es follable.
Yo pensaba entonces en la talla 40- 42 de mi pantalón,
en el número de copa de mi sujetador,
en el 38 de mis zapatos,
en los centímetros de mi cintura,
en mi metro sesenta y tres,
en los 60 kilos de mi báscula.
Yo pensaba en todos los números y parámetros que rigen mi vida,
y la vida de muchas mujeres,
y me parecía cantidad suficiente como para que dos machitos virulentos se dedicasen a puntuar mi cuerpo.
Intenté no concentrarme en las preguntas esporádicas de "¿Está buena?" y "la pava haría lo que yo quisiera",
concentrándome en aquel cielo punteado.
Identifiqué la Osa Mayor,
o por lo menos lo que yo creía que era la Osa mayor,
y uní el resto de estrellas creando figuras imaginarias que saciaran mis ganas de salir volando.
Tenía un regusto a nostalgia y tristeza en la boca,
y unas ganas increíbles de convertirme en pájaro.
El pasado me quemaba entre las manos.
Vi una luz surcar rápidamente el cielo negro
y deseé con todas mis fuerzas que fuese una estrella fugaz
y no una señal del planeta vecino diciéndome lo gilipollas que eran los dos chavales.
Un cielo estrellado y dos chicos en la parte delantera del coche.
Podría haber sido el inicio de una bonita historia de amor homosexual.
Pero se quedó en intento,
en recuento,
y en ganas de salir huyendo.
No te preocupes ya encontraras a alguien con 1 neurona. jeje
ResponderEliminarY espero que ese individuo cuando aparezca digas: Ese "pavo es para mi". :P
No tod@s, somos "pavitos y pavitas" . ;) Cuidate! V.