~ mi papi~

Mi papi es muy guay. Todo los niños de mi clase me lo dicen por que ninguno de ellos tienen un papi tan guay como el mío.
Mi papi es alto y rubio, como yo. Tiene los ojos verdes y mamá dice que es muy guapo, y si mamá lo dice es verdad por que todo lo que dice mamá es verdad.
Mi papi es musculoso y atlético. (Aunque aún no he conseguido averiguar que significa ser atlético)
Mi papi es el mejor de todos.
Siempre que viene a vernos a mamá y a mí nos trae regalos y cosas bonitas. Siempre trae comidas raras del último país donde ha estado y siempre trae historias. Muchas historias de guerras y de soldados que a mi me encantan, por que él es el protagonista y lo cuenta todo tan bien, tan bien, que parece que yo mismo estoy allí, entre el polvo del desierto, o escondiéndome en las copas de los altos árboles de la jungla.
Hay veces que se va, y yo no puedo darle mi último beso y mi último abrazo, por que sale demasiado temprano.
Hubo una vez en la que me quedé con la boca abierta cuando lo vi.
Era la última tarde que iba a estar con nosotros en casa, por que se iba esa misma noche, y estaba preparándose para el viaje.
Se vistió con una camiseta negra y con unos pantalones de soldado que le quedaban muy bien. Llevaba unas botas grande de color negro con cordones muy ajustados y que por las que se metían las perneras del pantalón. Yo estaba sentado en el suelo de su habitación jugando con unos cochecitos que él me había traído y lo miré desde ahí abajo, a él, a sus botas, a sus ojos verdes, a su pelo rubio...
En ese momento tuve ganas de llorar. Pero no por miedo, por que mi papi jamás me había dado miedo, si no por el respeto que me transmitía.
Me cogió en brazos cuando vio que estaba mirándole con los ojos mojados. Me besó la mejilla y me abrazó.

Pasaron los días y las semanas, los meses y las estaciones, pero papi no volvía. Le pregunté muchas veces a mamá pero ella no sabía responderme, por que no sabía nada.
Un día me dijo que íbamos a ir al aeropuerto a buscar a papi.
Yo me ilusioné mucho. Me duché solo y me puse una camisa que él me había regalado. Me peiné el pelo como solía hacerlo él y me puse el reloj que me habían regalado por mi cumple. Ya era mayor, y tenía siete años.

Llegamos al aeropuerto. Yo nunca había ido a buscar a papi, pero como ya era mayor, ya podía ir. Empezaron a salir un montón de hombres que vestían igual que mi papá. Todos llevaban los pantalones de soldado y esas botas negras y grandes, que mamá decía que eran muy feas.
Muchas de las familias que recibian a los hombres que se parecían a papá, lloraban y reían. Yo no lo entendía por que si lloras, estas triste, y si estas triste, no te ríes.

Salieron muchos hombres de esos, y mamá, cada vez que se abría la puerta por donde salían, se movía nerviosa y se alzaba para ver si venía papi con sus regalos.

Pero papi no apareció. Salieron todos los soldados y ninguno de ellos era papi. Me enfadé un poco por que yo quería verlo y que me diese los regalos y que me contase las historias, pero no apareció.

Mamá lloraba y yo no sabía por que, y si no sabía por que, tampoco sabía que hacer para que no llorase.

Creo que papi se enfadó con mamá y conmigo por que hicimos algo mal. Alomejor no le gustó la comida que le habíamos hecho el día que llegó, o no quería ver aquella peli con nosotros por que estaba muy cansado. Alomejor no le gustó el helado que le compré con mis ahorros, o no quería vernos más.

No lo sé, pero yo me siento todos los días en la puerta para ver si papi nos perdona y aparece y me da besos y regalos y me cuenta las historias del ejército.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho esta entrada, muy emotiva.

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    1. oh dios mío... ¡muchísimas gracias! He de reconocerte que me has alegrado el día con tu comentario. No he podido dejar de sonreir y de gritar. Muchas gracias<3

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