~Retazos de conversaciones~

Caminaba con el sol de frente,cegándome, en uno de esos últimos días de Septiembre, en los que no se sabe si hace frio o calor. El viento me alborotaba el pelo mientras andaba, y mi hermano, varios pasos por detrás de mí, me seguía en silencio.
Cruzamos la calle y me acerqué, como de costumbre, al escaparate de la librería.
Mi hermano me pidió entrar, y, obviamente, no pude negarme.
Ya en el escaparate, uno de los tantos libros que había me llamó la atención. Era la última de las novelas de una de mis autoras favoritas, y aunque ya la había leído, no pude evitar fijar la mirada en ese tomo.
Mi hermano se quedó en la entrada, dónde estaban las revistas y los cromos, y yo, pobre de mí, me adentré en ese pequeño local, dueño de miles de historias escritas.
Las baldas infinitas estaban cubiertas de libros, que por alguna razón, yo ansiaba leer.
Me detuve a mirar alguno de los títulos, y cada uno me gustaba más que el anterior.
Desgraciadamente no tenía dinero, pero aún así, disfrutaba perdida en ese pequeño mundo.
Mis oídos se activaron, escuchando inocentemente una conversación entre el dependiente y una  mujer adulta, madre de un niño que esperaba pacientemente y callado a su lado.
Ambos charlaban animadamente sobre la lectura del pequeño.
Por lo visto, deboraba los libros. Fue algo que me enterneció en cuanto lo escuché. Decían que era increíble la velocidad con la que leía todo lo que caía en sus manos.
Presté más atención, y por lo visto, tenía una hermana que era todo lo contrario a él. Fue algo que aún me encariñó más con ese niño desconocido, y no pude evitar echar una rápida ojeada. Me sorprendí, por que apenas llegaría a los diez años, y sin embargo, la madre había mencionado que ya iba por la segunda parte del Señor de los Anillos.
No pude evitar sonreír.
Le compré un par de sombres de cromos a mi hermano y cuando salí de ese pequeño mundo hacia la cruel realidad, no pude evitar escuchar otro retazo de la conversación entre el niño y la madre.

- No mamá, no, no quiero un E-Book. Prefiero los libros en papel ¡Son mejores! ¡Más bonitos!

La sonrisa no se me borró de la cara hasta bastante tiempo después, y aún ahora, me sigue llenando de felicidad que aún queden niños así.

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