Estoy temblando, llorando, intentando respirar con
normalidad, dormirme de una vez y dejar de dar vueltas en la cama y arrugar las
sábanas tal y como llevo haciendo más de dos horas.
Por una razón, una razón que no tiene razón, totalmente
irracional e ilógica, irremediablemente estúpida, totalmente idiota.
Esa razón eres tú.
La razón por la que no puedo conciliar el sueño, por la que
el insomnio se ha apoderado de mí esta noche, la razón por la que las lágrimas
no dejan de caer, calientes, dejando regueros tras ellas, humedeciéndome la
cara, acariciándome la nariz, los labios, el cuello, para luego morir entre los
pliegues de la almohada.
Esa razón, esa razón sin razón eres tú. Tu ausencia, tus
palabras que no oigo, tu cuerpo que no siento, tu espalda que no acaricio, tus
lunares que no cuento.
La razón por la que esté aquí, así, escribiendo esto, tan
hecha mierda, no es otra que no tenerte a mi lado, que no poder abrazarte
ahora, cuando más te necesito, cuando más necesito uno de tus te quiero, uno de
tus besos.
Mi amor, me muero por dentro.
Y aún no sé cómo he podido soportar 15 años de mi vida así
todas las noches, convirtiendo esa ausencia en rutina esa angustia en un
sentimiento cotidiano.
Y aún no sé cómo he sobrevivido tanto tiempo sin tu aliento
sobre mi pecho o sin tus labios cosquilleando mi cuello.
Porque amor, me muero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario