~ ¿Qué?~

En una caja de cartón estropeado se acumulaban miles de libros a 50 céntimos. Ojeé los primeros. Un tomo finito y delicado que escogí al azar rezaba "El planeta de los simios".  Su portada, de un azul brillante con acabados en plata y vetas en gris, se escondía tras otro cuaderno de su misma colección.
Curiosa, abrí y empecé a pasar las primeras páginas.
Soy de esas personas que si no han leido nada del autor que tienen entre las manos, abren por una página cualquiera del libro y leen una línea que escogen al azar.
El baile de hojas acabó cuando mi mirada se tropezó con un papel escondido entre las páginas.
Volví a abrir el libro, buscando el trozo de folio garabateado, con la curiosidad al borde de los ojos y la impaciencia en la punta de los dedos.
Mis manos lo encontraron rápidamente haciendo pasar las páginas hasta dar con lo que resultó ser una carta.
Presa de la incertidumbre, cogí el papel y cerré el libro. Lo dejé en mis rodillas mientras desdoblaba la carta.
Una caligrafía cursada y suelta definía un texto ordenado. El papel viejo, manchado y amarillento describía párrafos perfectamente centrados, que respetaban los márgenes del folio y que se dibujaban con la tinta de un boli azul cualquiera, puede que incluso de una pluma.
Empecé a leer. Las palabras rodaban atropeyadamene por mi vista mientras mi cerebro intentaba traducir el argumento de aquel pequeño hallazgo. Las sílabas francesas se resistían a mi bajo nivel del idioma, y me di por vencida al ver que me sería imposible entenderla.
Cuidadosamente, volví a meter la carta entre las hojas del libro, y a dejarlo tal y como estaba. Me levanté y fui a otra caja buscando más historias con las que saciar mi sed.
Al poco tiempo, vi un hombre agacharse en la misma caja que yo, cojer el mismo libro, encontrar la misma carta y sonreir al empezar a leerla.
Lo compró y llevándolo bajo el brazo, desapareció al final de la calle.

Me quedé sin saber qué decía la carta, que secreto guardaban las palabras allí escritas, de que podría tratar la historia que encerraba entre sus dobleces. Me quedé con la curiosidad en el borde de los labios, a punto de precipitarse en un corto y bajo ¿Qué?.

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