~Hablemos de azul marino~

Acostada en la cama veo como la luz del día se va apagando. Se escapa por el principio de las montañas y noto como esa capa gris de nubes que forma una enorme cúpula en el cielo va perdiendo fuerza.

Estoy tumbada boca arriba.
Me he atrevido a cambiar el edredón azul por una colcha blanca que siempre está fría. Mi piel agradece esa sensación en los pómulos y en los brazos, que están descubiertos por culpa de la manga corta de mi pijama.

Miro al techo. Llevo la vista de un lado a otro de la habitación recorriendo el marco de la puerta, fijándome en cada esquina del cuarto y en cada borde de la columna de color violeta.
Y escucho la música.
Unos versos están sonando en este precioso momento. Se me meten en el corazón y me clavan palabras sin ningún reparo. Presto atención a cada sílaba del poema y analizo la frase que poco a poco va cobrando sentido.
Pero lo más bonito es ver como la luz va desapareciendo. Me termino quedando en una extraña penumbra de la que sólo yo soy testigo.
Mi respiración se ralentiza, mis párpados se cierran y me obligo a prestar atención a cada verso.

Me levanto, voy a cenar y al volver, la habitación se ha oscurecido de una forma demasiado rápida. No me ha dejado tiempo de reacción.
Fuera todo es de un azul marino precioso, y aquí dentro todo adquiere un tono oscuro que se inclina más bien por el negro azabache.
El cielo cuenta con la compañía de las estrellas y me deja a mi sola con los versos de una canción que sigue sonando.
Pero lo más bonito es la luz que entra por la ventana, que es ya casi inexistente.
Es del azul marino precioso que está en el cielo, ese tono que aparece justo antes de que caiga la noche. Ese azul, precisamente ese azul, es el que se cuela luego por la ventana y duerme conmigo. Es ese azul el que después me hace echarte de menos.

2 comentarios:

  1. Muy, muy bonito, Celia. A veces parece que el techo se eleve y nos lleve a esa persona, traspasado la habitación agarrados a cualquier recuerdo feliz.

    Un abrazo muy grande, sigue así.

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    1. Tendríamos que dar las gracias por que esos recuerdos sean felices y no se convierten en una de esas pesadillas en las que te levantas con el pecho encogido.

      Muchisimos saludos cielo!

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