Son las cuatro de la mañana y no sufro insomnio,
pero aquí estoy,
escribiendo versos.

He visto dos películas de amor
mientras comía cereales de chocolate y lloraba como una magdalena.
He llorado,
y eso es un acontecimiento histórico, creedme.
Hoy me he dado cuenta de que el argumento de una película me da motivos para llorar,
y así no tengo que buscarle una armadura a mi tristeza.

Después de las dos películas he cogido el paquete de pañuelos y lo he traído a mi cuarto,
por si acaso decido naufragar de nuevo.

Es viernes por la noche y he tenido que cambiar mis planes de repente.
Mi vida es un poco como este viernes,
aunque normalmente no termino llorando y sorbiéndome la nariz mientras como cereales de una taza que lleva mi nombre.
Parece una película americana de desamor. Yo soy la protagonista y la seguridad es esa pareja que me ha abandonado.

He descubierto que me encantan las banda sonoras si van subtituladas
y que un beso de película es más falso que un crecimiento positivo en España.
Pero hoy también he aprendido que necesito ese cambio,
que necesito desestabilizarme para encontrar quien soy.
Tengo una puta crisis existencial y no tengo ni idea de cómo cambiarme.

A ver cómo arreglo este desastre.

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