~Cuestión de destino~

Había una vez una pequeña niña, de rubios cabellos adornados con finos tirabuzones que se enroscaban en su delicado y blanco cuello, de ojos azules y grandes, de sonrisa bella y labios color rosita pastel.
Sus mejillas siempre estaban adornadas con pequeños hoyuelos que salían cuando sonreía, cuando sonreía de verdad olvidando su alrededor y su situación.
Y es que esta niña era pobre. Vivía con su madre en un pequeño piso de tan solo una habitación, con una cama individual donde dormían juntas. La cocina era apenas un cubículo, lo que cabía para el fregadero destartalado y los fogones oscuros. El baño era también muy pequeño, sin ducha. Se lavaban en una tina grande que tenían en la terraza, la pequeña terraza que aún disminuía más con la ropa que colgaban del tendedero.
El padre de la pequeña desapareció un día, dejando a su madre sola con una hija de un año y medio, sin ningún recurso económico ni nada de lo que subsistir.
Por navidad, no tenía regalos.
La madre, cuando ella se levantaba de la cama ilusionada esperando encontrar los regalos debajo del árbol, le abrazaba por detrás y le decía "Espera cariño. Hay algo más maravilloso esperando por tí ahí fuera, sólo que aún no te ha encontrado"
Cuando era su cumpleaños, ella corría hasta los brazos vacíos de su madre, esperando encontrar en ellos los regalos que había pedido.
Su madre le regalaba el abrazo que ella buscaba, le cogía el rostro entre las manos y le miraba a los ojos con una sonrisa triste "Las cosas buenas siempre tardan en llegar cielo."
Pasaron los años, y ella llegó a la adolescencia.
Su personalidad no había cambiado, y seguía sonriendo por las pequeñas cosas de la vida.
Los detalles la volvían loca.
Veía el beso apasionado de una pareja en el andén, la sonrisa de un niño pequeño o el viento despeinándola, y disfrutaba.
Se enamoró miles de veces de amores no correspondidos y complicados de alcanzar.
Su madre secaba cada lágrima que ella derramaba y le decía. "Cariño, esa persona te está buscando, de una manera inconsciente lo está haciendo. Aún no te ha encontrado y probablemente también esté sufriendo. Es cuestión de tiempo"
El tiempo pasaba y ella se marchitaba, se cansaba de amar.
Un día, le sorprendieron por detrás con un susurro dedicado a sus oídos, que tan solo ella escuchó.
"Me encanta tu sonrisa, pero no la sonrisa que le regalas a la gente como yo, si no esa que te sale y que hacen que aparezcan tus hoyuelos, esas sonrisas de verdad"
Miró al chico que había detrás de ella. Se mezcló con sus ojos verdes, su piel morena, su sonrisa blanca y su voz dulce, que le envolvía todas y cada una de las partes de su corazón roto.
Se enamoró de él.
Pasaron los años y por fin se dio cuenta de que era aquello que llevaba toda su vida esperando.
A él.

1 comentario:

  1. Las esperas suelen hacerse muy largas para las cosas que realmente merecen la pena.

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