Crónica de una tarde de primavera

Te veo llegar por el final de la calle con el rifle a un costado,
ensangrentado de pies a cabeza,
gritando que no tienes heridas de bala.

Tocas al timbre y exclamas desde el portal
que hoy estoy más bonita que nunca.

Y cuando abro la puerta,
te metes dentro como un torbellino,
me miras y me abrazas,
me dices que estoy preciosa
y te alegras de que la sangre no sea tuya.

Esos días que llegas por sorpresa
me desbaratas la vida de tal manera,
que estoy obligada a reconstruirme poco a poco
cada vez que sales por la puerta.


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